Problemas energéticos en España

En España actualmente el 20% de la producción eléctrica que se genera es de origen nuclear, el 10% es de energías renovables, carbón el 27%, gas natural el 27%, productos petrolíferos 8% e hidroeléctrica el 8%.
Para lograr esta producción se importa prácticamente todo, es decir, la dependencia del exterior es enorme y los costes dependen de lo que los productores hagan, por otro lado los países productores no suelen ser especialmente estables, por supuesto sin contar con Noruega y México que parecen los más estables.
En resumen dependemos de unos recursos que oscilan muchísimo de precio y que no es posible controlar, además el coste de la materia prima es enorme, excepto en las energías renovables, generación hidroeléctrica y energía nuclear.
Sin embargo las energías renovables requieren unos gastos enormes, en cuanto a la energía hidroeléctrica no se cuantos saltos más se podrían aprovechar y por otro lado tenemos la energía nuclear, que es la que es más sensible a la población.
Con todo esto la energía eléctrica más barata es la que proviene de energía nuclear, pero claro, decir esto no es demasiado bien visto, y es difícil de entender el funcionamiento, porque un salto de agua o un molinillo de viento es muy fácil entender, a grandes rasgos cómo funciona, pero una central nuclear no.
     El nuevo problema energético en España




España, en su crisis actual, está pagando, entre otras cosas, que accidentes y errores de los políticos la precipitan una y otra vez, desde que comenzó la Revolución Industrial, a tener una energía cara. Comenzamos con el carbón, mucho más caro que el inglés. Creíamos, al inicio del siglo XX, que podríamos sustituirlo, dentro de planteamientos de nacionalismo económico, por la «hulla blanca», o sea, la hidroelectricidad. Ésta solo pudo significar una parte pequeña de la demanda nacional. Piénsese que en 2007 supone únicamente el 3,3% de nuestra oferta de energía primaria, porcentaje en el que, además, se incluyen la fotovoltaica y la eólica, que son otras energías renovables. Conviene señalar que su posible ampliación es limitadísima y que se trata, en el caso de la eólica y la fotovoltaica, de energías realmente caras, que exigen un esfuerzo general en forma de subvenciones del sector público. Por ello se pensó, desde finales de los años 60, en apostar al petróleo de importación. Hasta 1973 todo fue bien, pero desde 1974, año en el que se alcanzó la cumbre de cubrir con él el 74,5% de nuestra demanda de energía primaria, nos hemos encontrado, a causa del choque petrolífero comenzado entonces, con que es una energía cara. Las consecuencias de esta carestía fueron analizadas críticamente por el profesor Segura en un trabajo de la Fundación del INI, y por Fuentes Quintana en el nº 1 de «Papeles de Economía Española» en relación con los diversos sectores de nuestra economía. Por ello se pensó en su sustitución ya en ese año 1974, por la energía nuclear, efectivamente barata, impulsada por el ministro Alfredo Santos Blanco. Ésta logró cubrir en 1989 un 17,0% de nuestras necesidades, pero el «parón nuclear» decidido en 1982 por el Gobierno de Felipe González y nunca rectificado originó un progresivo declinar: en 2007 sólo cubrió el 10,05% de la demanda española de energía primaria. Se decidió sustituir esa situación por el gas natural. Efectivamente su progreso es fuerte. Llega desde 1982, cuando alcanzó el 2,8% de nuestras exigencias de energía primaria, al 22,1% en 2007. Claro que el gas natural se genera prácticamente en los mismos países que el petróleo, y por tanto el encarecimiento, a causa de sus medidas cartelizadoras, o lo que es lo mismo, monopolísticas, es evidente.

uesta n favor de una energía cara se complica con otra: la caída de nuestro autoabastecimiento. Dependemos cada vez más del exterior. En 2002 esta dependencia era de un 77,9%; en 2007, de un 81,4%. La media que tenía la Unión Europea de los 27 era del 52,3% en 2005, último de la serie que facilita, comparando los diversos países comunitarios, Eurostat. Añádase que España, en el ámbito de la OCDE, es la nación miembro que precisa adicionar más energía para aumentar en una unidad su PIB. ¿Es posible admitir que todo esto continúe?